Las «madeleines» tienen un origen discutido, vamos que no se acaban de poner de acuerdo en cuándo no dónde surgen. La historia más difundida cuenta que una joven, de nombre Madeleine Paulmier, sirvienta de la Marquesa Perrotin de Baumont sorprendió en 1755  con esta sencilla receta al rey Stanislas de Polonia, que pasaba temporadas en Commercy (Lorraine) donde solía cazar con sus invitados. Y quedó tan eLncantado con aquellos pequeños pastelillos con forma de concha y dorados, que al preguntarle a la joven por el nombre del postre y no recibir respuesta, decide ponerle el nombre de la joven y de la maravillosa villa donde suele descansar: Madeleines de Commercy.


Una preparación sencilla y unos ingredientes humildes que son sin duda estandarte de la pastelería francesa desde entonces a hoy en día.


Yo me he inspirado en esta receta de un blog de cocina francés, pero como soy una rebelde la receta final no tiene casi nada que ver con ella. Además si tenéis un poquito más de tiempo y queréis un sabor especial en vuestras madeleines, animaos y haced la «beurre noisette». Se hace igual que la mantequilla clarificada, es decir, ponemos a fundir la mantequilla a fuego bajo, y por arte de la «archifamosa» reacción de Maillard (yo no la conocía hasta la semana pasada, jajajaja) se produce una especie de caramelización de los alimentos, obteniendo una mantequilla con un aroma a frutos secos muy peculiar y de preciosos color dorado.

Así que vamos con la receta y esta semana todos a disfrutar de unos desayunos dignos de reyes y reinas.



INGREDIENTES (para unas 16 madeleines)

  • 2 yemas y un huevo ( de huevos L)
  • 120 gr. harina bizcochona o leudante (he usado la de «Harimsa»)
  • 100 gr. azúcar moreno
  • 100 gr, mantequilla derretida y templada y mejor si hacéis «beurre noisette»
  • ralladura de un limón
  • una pizca de sal
Comenzaremos batiendo las yemas y el huevo con el azúcar y la ralladura de limón. Incorporamos la harina tamizada con la sal en un par de veces y la mantequilla. En este punto si no hacemos «beurre noisette», sólo tenemos que derretir la manmequilla y esperar que se atempere y añadirla a la masa hasta que quede bien integrado.
Podéis usar la masa en el momento, pero si la dejáis reposar en la nevera unas horas salen unas madeleines con las típicas «bosses» o jorobas «madaleneras».

Para la «beurre noisette», ponemos en un cazo a fuego medio-bajo la mantequilla troceada, y fundimos como en el video.




Veremos que la mantequilla al fundirse va soltando impurezas y separando una parte más líquida de otra más sólida, que retiraremos con una espumadera.


Poco a poco irá adquiriendo un precioso tono dorado y comenzaremos a disfrutar de ese inconfundible aroma a frutos secos que la caracteriza. Sólo nos queda retirarla del fuego y colarla para filtrarla y que quede lista para utilizar en nuestras madeleines una vez de enfríe. Podéis conservarla en la nevera en un tarro hermético e incluso congelarla para tenerla a mano y usarla en cualquier preparación que lleve mantequilla y disfrutar de su característico aroma.



¡Masa lista! Precalentamos el horno a unos 200º  y mientras engrsamos los moldes que vamos a utilizar. Aunque en muchas recetas no aconsejan engrasar el molde, a mi la priemra vez que las hice se me agarraron casi todas y se me rompieron al tratar de desmoldarlas. Así que ya no me la juego y los engraso con un poco de mantequilla o con spray antiadherente. asegurándome el desmoldado perfecto.


Horneamos unos 14 minutos, o hasta que comprobemos que están ya horneadas. No os preocupéis si se os va el santo al cielo y os olvidáis de la maravilla que se está gestando en vuestros hornos., porque el timbre de la puerta os va a avisar: al olor de las madeleines se irán acercando vecinos, amigos, menos amigos, el portero, el cartero…o como me pasó a mi, el repartidor de MRW, al que después de firmarle  el resguardo del paquete que me traía y viendo cómo las aletas de su nariz se movían nerviosas y rítmicas, decidí darle dos madeleines recién hechas, y he de decir que cuando se despedía de mí dándome las gracias,  me pareció que en sus ojos brillaba un destello de amor, jajajajajaja!!!


Por cierto ¿hay algo mejor que un café o un té con leche acompañado de un par de magdalenas y una buena novela entre las manos?

Pues si consigo darle forma y materializarla algún día tendré MI novela entre mis manos, las madeleines ya las tengo…

Y mientras voy a aprender de un equipo sensacional guiado por mi querido Antonio Penadés, y del maravilloso proyecto que desde hace años y desde el Museo de  los soldaditos de plomo L´Íber de Valencia está acercando la novela a todo aquél que tenga inquietudes y quiera participar de la aventura de escribir. 




Os dejo AQUÍ el link por si os interesa, yo ya tengo mi plaza y allí estaré.

Un beso grande, Belén.